Al que solapadamente infama a su prójimo, yo lo destruiré; no sufriré al de ojos altaneros y de corazón vanidoso. Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; el que ande en el camino de la perfección, éste me servirá. (Salmo 101:5-6)

En estos tiempos sí que se ha “popularizado” el difamar de otro, las redes sociales, prensa, revistas etc.; pareciera que muchas personas se sienten con derecho pleno de dañar la honra de las personas, tienen un instinto destructivo tan violento, que actúan como “depredadores de honra”. Les da lo mismo hablar de alguien por sus redes de forma descarnada, es como si el odio que tienen en su corazón, les saliera por los dedos para escribir vertiginosos cuántas mentiras o medias verdades puedan. Hablan de políticos, como de servidores públicos o personas del común; y ni qué decir de pastores o iglesias. Se olvidan -o no saben-, que todo lo que hacemos o decimos, se constituye en siembras que algún momento darán su fruto, o algunos estudiosos del tema, le llaman boomerang (que rebota hacia ellos mismos). Eso es difamar del prójimo solapadamente, porque actúa en el anonimato; la destrucción de tal persona le asecha y lo peor, puede alcanzar a su propia familia.

Similar sucede con quien es orgulloso y no acepta que otros le llamen la atención o sugieran algo, porque ellos “siempre saben todo”. Como hijos de Dios, somos considerados fieles, llevamos adherida sobre nosotros, la sangre de Cristo, y los ojos del Padre siempre estarán sobre nosotros, por tanto, debemos buscar la perfección, es decir parecernos cada día más al Señor Jesucristo, obvio que no lo alcanzaremos, pero debe ser nuestra meta, entonces seremos esos fieles que buscará el Señor para que le sirvamos, y estemos siempre junto a Él. Amén.

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